Comments (1)
Si te apetece… lee este artículo escuchado esta música
El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que será. Nuestras más ligeras contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer: sentimos como un cosquilleo nos llena los nervios, una voz muda, una ligera sensación como de un recuerdo lejano o como si cayéramos desde gran altura. Sabemos que nos aproximamos al más grande de los misterios.
(Cosmos, 1980)
No tengo una conciencia clara de cuándo comencé a contemplar las estrellas o interesarme por la naturaleza de mi entorno. Pero sí tengo un recuerdo muy vívido de aquellos domingos por la mañana, a los 10 o 11 años, en los que me sentaba en el suelo delante de televisor y todo desaparecía a mi alrededor, todo salvo la voz de aquel tipo maravilloso que me enseñaba el universo con sus manos. De mi padre heredé mi interés por el arte y la literatura; de mi madre, su curiosidad innata… Pero de Sagan vino mi pasión por la ciencia, sin duda. Muchos de mi generación nos dedicamos a ella por su “culpa”.
Quizá alguno piense que exagero, que la serie Cosmos era magnífica no solo por Sagan, sino por sus imágenes, sus exteriores, su puesta en escena (ese viaje a bordo de aquella nave rumbo a…), y su espectacular música (¿la estás escuchando?)… Sí, todo eso es cierto. Pero sin la presencia de Sagan, de su voz (en la versión en español tuvieron la lucidez de hacer un doblaje sobre su propia voz, de manera que se escuchaban ambas voces al tiempo), de sus manos… nada hubiera sido igual. Sagan tenía la asombrosa capacidad de explicar conceptos tremendamente complejos con una sencillez que pocos han podido emular después. Quizá porque todo lo explicaba con asombro, con entusiasmo real, con esa mirada de niño, es por lo que llegaba a todo el mundo.
Crecemos en una sociedad basada en la ciencia y la tecnología y en la que nadie sabe nada de estos temas. Esta mezcla combustible de ignorancia y poder tarde o temprano, va a terminar explotando en nuestras caras.
(Entrevista con Charlie Rose, 27 de mayo de 1996)
Sagan no solo nos enseñó la complejidad del universo. Hizo algo aún mejor: nos invitó a pensar. Tenía una idea muy clara de las pseudociencias, de las terapias alternativas, de la astrología,… y siempre fue muy incisivo con estos temas. Pero no imponía su criterio, sino que decía: “No me creas. Razona por ti mismo y adopta un pensamiento crítico. Saca tus propias conclusiones”. Esa es la clave, convencer sin imponer, razonar sin creer ciegamente. Algunos aún seguimos aprendiendo del maestro.
Podríamos recordar muchos ejemplos de su facilidad para comunicar la ciencia, muchos fragmentos de la mítica serie, muchas citas, muchas entrevistas… Pero a mi me gusta especialmente una de sus explicaciones, la que se refiere al concepto de las dimensiones espaciales, y para ello nos habla de Flatland:
Hace 20 años ya que este tipo tan especial nos dejó, un poco “huérfanos” a algunos. Pero de la misma forma que recordamos a nuestros seres queridos con una sonrisa y, en ocasiones, repitiendo (como podemos…) lo que tantas veces nos enseñaron, así hacemos con Sagan los que, de alguna manera, le consideramos como parte de la familia, como aquel tío fantástico que nos contaba historias increíbles cuando éramos niños. Y nos sentimos afortunados de haberle conocido… aunque sea a través de un canal de televisión.
Dentro de un milenio nuestra época se recordará como el tiempo en que nos alejamos por primera vez de la Tierra y la contemplamos desde más allá del último de los planetas, como un punto azul pálido casi perdido en un inmenso mar de estrellas.
(Un punto azul pálido, 1994)
Comments (1)
Your email address will not be published. Required fields are marked *
Tas
Al menos podemos decir que hemos vivido y disfrutado con su genialidad, cosa que podemos decir de muy pocos. Gracias por el recuerdo